«Buscáis a Jesús de Nazareth, el crucificado. Ha resucitado »
(Marcos 16.6)
« Id, pues, y haced discípulos de todas las gentes, bautizándoles en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. » (Mateo 28.19)
Manifiesto por la restauración
de la Iglesia Ortodoxa de las Galias.
Para anunciar la Buena Noticia del Cristo Resucitado, para enseñar y bautizar en el Nombre de la Santa Trinidad, para «perseverar en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hechos 2, 42), nos proponemos participar en la restauración de la Iglesia Ortodoxa Occidental y más específicamente de la Iglesia Ortodoxa de las Galias en sus instituciones, su espiritualidad y en sus usos en particular en sus usos litúrgicos, y en concreto en el uso del rito local, llamado «rito de las Galias», pues como le dice el Papa San Gregorio Magno: «Donde reina la unidad de la fe, unos usos litúrgicos distintos no pueden dañar la Iglesia. (1)
Actualmente, nuestra acción se localiza en la esfera lingüística francófona y nos situamos directamente en la continuidad de la obra emprendida por el Obispo Juan Kovalevsky y su hermano Máximo, obra aprobada por el Metropolita Sergio de Moscú en 1936, y bendecida y presidida por San Juan de san Francisco desde 1959 hasta su muerte, que nos reconocía como herederos espirituales. (2)
Nuestra filiación espiritual es la que recibimos de la tradición de los Santos de Provenza, de los mártires de las Galias, de nuestro Padre San Ireneo de Lyon, de los Padres del monacato galo: San Martín, San Juan Casiano y los Padres de Lérins: San Honorato, San Vicente, San Cesáreo… los santos Padres del Jura: San Román, San Lupicino… los misioneros irlandeses: San Columbano, San Galo…, los misioneros de Bélgica : San Amando, San Servando, San Lamberto…, sin olvidarnos del Padre de los monjes de Occidente, san Benito de Nursia y todos los demás…
Confesamos la fe primitiva de los Concilios Ecuménicos de Nicea, de Constantinopla (381) y de Éfeso (431). A través de esta confesión nos referimos espiritualmente a las Iglesias Ortodoxas llamadas «Orientales» rechazando cualquier acusación de «monofisismo», vinculado de manera indebida a nuestra confesión.
Recibimos apaciblemente todas las definiciones de los cuatro Concilios Ecuménicos ulteriores, considerando en particular que las formulaciones cristológicas de Calcedonia completan explícitamente la doctrina de la Iglesia indivisa.
Recibimos también los Concilios de Constantinopla de 1341 y 1351 que confirmaron la enseñanza de San Gregorio Palamas acerca de la luz divina y las energías increadas, así como toda la doctrina y la práctica del hesicasmo.
Puesto que aceptamos la justa teología de estos santos concilios ya nombrados, rechazamos todas las condenas injustas de personas (3) que han podido ser pronunciadas en el ardor de las pasiones humanas. Averiguamos que no existen diferencias fundamentales de fe entre las Iglesias ortodoxas a pesar del maldito malentendido del Concilio de Calcedonia. Para nosotros, la unidad de la Iglesia ortodoxa se define por la fe común y no por la jurisdicción, la institución. Así es que estamos, de hecho, en comunión con las Iglesias ortodoxas.
Como la de la Iglesia Indivisa, nuestra fe no es primero una adhesión intelectual a unas verdades en las que creer, sino la experiencia de los misterios que confiesa. En el centro de todo y ante todo hay Alguien: la Presencia activa del Cristo pascual, muerto y resucitado, que vivifica, dinamiza y da sentido hasta en el más nimio detalle de nuestra vida cotidiana. Es afirmar claramente la primacía de lo espiritual, la práctica concreta de un Camino de transformación y un enfoque cordial (cuerpo-alma-espíritu) de la realidad. Nos reconocemos totalmente en esta aserción potente del Padre Alejandro Schememann: «los primeros cristianos no tenían ningún programa, ninguna teoría, pero por donquiera que iban germinaba la semilla del Reino, la fe ardía, todo su ser era antorcha viva de alabanza por Cristo resucitado: era El y sólo El la única dicha de su vida, y la meta de la Iglesia no era nada más que hacer presente al mundo y en la historia la Alegría del Cristo resucitado, en él que todas las cosas tienen su principio y su fin. Sin la proclamación de aquella Alegría, el cristianismo es incomprensible!» (4) Queremos ser los testigos de esta realidad en el corazón de esta desesperanza humana en un mundo en búsqueda de Dios y esto, hasta el amor a los enemigos según el mandamiento de Cristo.
Ni por laxismo moral ni por espíritu relativista, ni por proselitismo, sino por obediencia a Cristo que dice: « Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino » (Mateo 15.32) (5) , acogemos en la comunión eucarística a todos los cristianos bautizados en Cristo en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
En cuanto al calendario litúrgico, seguimos el cómputo gregoriano, pues somos una Iglesia occidental que vive en medio de cristianos que, en su gran mayoría, siguen este calendario. (6) . Sin embargo, apoyamos las proposiciones del Coloquio de Alep de 1997 reunido bajo los auspicios del Consejo Ecuménico de las Iglesias y del Consejo de las Iglesias de Medio Oriente y un día llegará en que aceptemos el nuevo calendario decidido en común acuerdo por estas Iglesias.
A modo de conclusión, hacemos nuestra la declaración de Monseñor Kallistos Ware: «Ni un concilio oecuménico, ni el patriarcado de Constantinopla o el de Moscú, tampoco ninguna Iglesia-Madre puede crear una nueva Iglesia local. Lo más que pueden hacer es reconocer tal Iglesia. Pero el acto de creación debe cumplirse en su lugar, localmente. Las autoridades superiores pueden guiar, confirmar y proclamar, pero el trabajo creador sólo puede cumplirse a nivel local, a través de las células eucarísticas vivas que están llamadas a constituir de manera graduada el cuerpo de una nueva Iglesia local». (Sop 302, nov 2005, pronunciado en el Instituto de Teología San Sergio de París.)
Todavía es más cierto cuando no se trata aquí de la creación de una nueva Iglesia local sino de la restauración de una Iglesia antigua local, fiel al espíritu de la Iglesia indivisa, pobre, mística y ecuménica.
_______________________________________________
Missatge de la cimera del primats de les Esglésies Ortodoxes d’Orient Mitjà :
En declarem solidaris amb tots els que sofreixen discriminació, violència i persecució.
Els primats de les Esglésies Ortodoxes dels primers temps cristians, situats en territoris canònics de l’Orient Mitjà, han clos la cimera que ha tingut lloc al Fanar, seu del patriarcat ecumènic, a Istanbul ( l’antiga Constantinoble), durant els dies 1 al 3 de setembre d’enguany, amb un missatge de veritat i esperança. A l’ordre del dia de les sessions s’hi trobava la crisi política i social que sacseja, d’uns mesos ençà, no poques contrades de la regió amb els perills que comporta per a la vida de les comunitats cristianes, molt debilitades a causa de la creixença dels sentiments identitaris de forta càrrega violent. El missatge expressa la preocupació de les Esglésies Ortodoxes davant la situació a l’Orient Mitjà. Reclama dels responsables religiosos i polítics de al regió, com també de tot el món, respecte per a les llibertats i drets dels pobles i de les persones com, així mateix, per al medi ambient.
Els primats dels antics Patriarcats Ortodoxos, i de la venerable Església Autocéfala de Xipre a la plenitud de les seves Esglésies i a tots els home de bona voluntat!.
Estimats germans i germanes en Crist, alegreu-vos sempre en el Senyor!
Sempre donem gràcies a Déu per tos vosaltres i us tenim presents en les nostres pregàries. Contínuament recordem davant de Déu, el nostre Pare, la vostra fe activa, el vostre amor incansable i la vostra esperança constant en nostre Senyor Jesucrist ( 1 Te 1, 2-3).
Invitats per la paraula de l’apòstol Pau, segons la qual “quan un membre sofreix, tots els altres sofreixen amb ell, i quan un membre és honorat, tots el altres s’alegren amb ell”( 1 Co 12, 26), ens hem reunit a la seu històrica del patriarcat ecumènic, convocats i presidits per primer en rang i honor entre nosaltres, per tal de viure i manifestar l’amor de Crist que ens empeny ( 2 Co 5, 14) tostemps i més particularment en temps de prova i sofriment.
Les arrels cristianes de l’Orient Mitjà
Nosaltres, a qui ha estat confiada la responsabilitat de direcció i d’acció pastoral de les Esglésies històricament més antigues, fundades pel apòstols de Crist i reconegudes autocèfales pels concilis ecumènics de l’Església una i indivisa, ens hem reunit aquí a fi de reprendre l’antic costum d’aquests retrobaments i tenir un canvi d’opinions, en l’amor i el mutu sosteniment, a la vista dels recents esdeveniments sobrevinguts en territoris de les zones geogràfiques on ha plagut a la Providència divina de fer créixer les nostres Esglésies d’ençà dels temps més allunyats.
L’Església de Crist, com a realitat històrica, nasqué, per voler de la divina Providència, en la regió anomenada Orient Mitjà. El seu fundador i el seu fonament, nostre Senyor .Jesucrist, va néixer en la carn a Betlem de Jude (Mt 2, 1). És en aquesta terra que ha escollit es seus dotze deixebles i apòstols tot donant-los d’entrada el manament de predicar els Seu Evangeli en aquesta regió (Mt 10, 6) on ell, després, ha sofert i ha ressuscitat i on s’ha establert la primera Església, la de Jerusalem, des d’on els seus apòstols han portat el seu ensenyament” a tots els pobles” (Mt 28, 19). És en aquesta regió que els primers grans centres cristians – les Esglésies d’Alexandria, d’Antioquía, de Jerusalem i de Xipre – han estat fundades, han prosperat i, en el seu conjunt , s’ha constituït l’Església una i indivisa.
El futur dels cristians d’Orient amenaçat
És en aquestes terres que l’Església de Crist, i més en particular la Santa Església Ortodoxa, té les seves arrels més profundes. Aquestes regions han estat santificades per la sang dels màrtirs, que han mort per la defensa de la fe Ortodoxa, i per les llàgrimes dels Sants i venerables Pares que s’hi han significat per la seva ascesi. Ningú no té el dret moral d’ignorar aquesta realitat; el poders d’aquest món, quisvulla que siguin, han de tenir-la present respectuosament. Els cristians de les Esglésies Ortodoxes de l’Orient Mitjà viuen en aquesta regió de fa segles; cap “neteja ètnica” no els en pot treure o entorpir la seva lliure existència o activitat sense trepitjar els drets humans més elementals.
De conformitat amb el principi bíblic segons el qual “ és del Senyor la terra i tot el que s’`hi mou” (Sl 24, 1), l’Església Ortodoxa mai no a impedit les persones d’altres conviccions religioses de coexistir pacíficament amb ella en aquesta regió. Fins i tot quan la terra on ella vivia de segles ençà ha estat conquerida militarment per altres religions, l’Església Ortodoxa ha trobat el mitjans per adaptar-se i coexistir de manera pacífica amb el fidels d’aquestes religions. La intolerància religiosa no ha estat mai una característica de l'Ortodòxia.
Malauradament en aquest temps nostre la por de l’altre, de qui és diferent, creix i s’intensifica. Els cristians, mot particularment els qui viuen en aquests territoris de l’Orient Mitjà corren el perill de ser víctimes d’aquesta situació. En molts casos, els cristians són tinguts com a ciutadans de “segona categoria”. En d’altes, els seus llocs de culte, entre els quals hi ha monuments històrics i culturals importants, són profanats i fins i tot destruïts. Se’ls imposen restriccions tant pel que concerneix a les celebracions litúrgiques com la formació pastoral del clergat. Afegim a això actes de violència periòdics contra les comunitats cristianes amb l’assassinat d’alguns dels seus membres per fanàtics procedents de els files de cercles religiosos extremistes. Ben entès, com és de suposar, que, els cristians sigui on sigui que es trobin, tenen l’obligació de respectar els llocs de culte de les altres comunitats confessionals.
Intensificar el diàleg de la reconciliació
Nosaltres, Cristians Ortodoxes, creiem en l’Escriptura que diu que “l’amor, quan és complet, treu fora la por”( 1 Jn 4, 18). No tenim por dels altres sigui quina sigui la fe que professen. Els donem la nostra benvinguda com a germans i esperem d’ells la mateixa actitud. Simultàniament, sens parar, exigirem la protecció a la qual tenim dret de part dels estat on vivim. És aquí, n’estem convençuts, on hi ha la solució als problemes que tan sofreix l’Orient Mitjà, com, d’altra banda, la resta del món.
És per això, que ens cal intensificar el diàleg de la reconciliació tant a nivell intercristià com interreligiós. El Patriarcat ecumènica porta a terme de molts anys ençà en aquest sentit un diàleg interreligiós amb altres tradicions monoteistes en aplicació de la 3ª consulta panortodoxa preconciliar ( 1986). Manifestem al respecte la nostra aprovació i en nostre suport a aquesta iniciativa, molt particularment en aquests temps difícils, quan la violència sacseja la regió on precisament ressonà per primera vegada el precepte de l’amor i el missatge de la Pau.
Comprenem el desig dels pobles que demanen la llibertat política i la defensa dels drets de l’home
Ens adrecem als dirigents polítics i religiosos de l’Orient Mitjà i de tot el món per tal que es creïn els principis i les condicions per a la coexistència pacífica entre els creients de diferents tradicions religioses. Al mateix temps, ens declarem solidaris amb els qui pateixen discriminació, violència o persecució. Ens unim amb sentiments de compassió als sofriments del germans sotmesos als embats de la violència, als sofriments de les víctimes innocents colpides per conflictes armats, als sofriments de multituds d’homes i dones obligats a abandonar la pròpia llar i emprendre el camí amarg de l’exili. Comprenem el desig dels pobles que demanen la llibertat política i la defensa dels drets de l’home i adrecem una crida als governs a aportar sens retard seguretat i garanties absolutes a fi que aquests drets siguin respectats.
L’Església no interfereix en afers polítics, dóna “al Cèsar el que és del Cèsar, i a Déu el que és de Déu” ( Mt 22, 21). La política, com a mitjà per resoldre el problemes dels sers humans, forma part d’una esfera que no és la de l’Església. Però l’Església no pot ser indiferent davant per davant dels problemes i dels principis fonamentals, antropològics i sociològics que s’apliquen per regular-los, sobretot quan aquests problemes amenacen o posen en perill la dignitat i la llibertat de les persones humanes com a “imatges de Déu”(Gn 1, 26) o com a creació qualificada “molt bona” per Déu mateix (Gn 1, 31).
Adoptar una “Carta ecològica de la Mediterrània”
L’últim punt que volem evocar concerneix la protecció del medi natural, la importància del qual o no és prou valorada o és considerada, sota la pressió dels problemes polítics, socials i econòmics actuals de la regió de l’Orient Mitjà, com secundària; una percepció falsa i perillosa.
La destrucció del medi natural reduiria a no-res tots els èxits econòmics i socials assolits gràcies a canvis polítics a propòsit dels quals avui se sua sang en combats mots durs. És per això que hem decidit d’acceptar la proposta feta pel Patriarca ecumènic, de preparar i celebrar en un futur pròxim, una trobada de responsables religiosos de la regió pr posar a punt i adoptar una variant ecològica d la “Carta de la Mediterrània”. Així l’Església Ortodoxa complirà no solament amb el deure que té pel que concerneix el món creat per Déu, sinó que també aportarà la seva contribució a la coexistència pacífica i la col·laboració de les religions en aquesta regió avui punyida pels conflictes.
Estimats germans i fills en el Senyor!
“ fins i tot en les tribulacions trobem motiu de gloriar-nos, perquè sabem que la tribulació engendra paciència; la paciència, virtut privada; la virtut privada, esperança. I l’esperança no enganya, perquè Déu, donant-nos l’Esperit Sant, ha vessat en els nostres cors el seu amor”( Rm 5, 3-5).
El nostre esperit i el nostre cor són avui amb el qui sofreixen
El nostre esperit i el nostre cor són avui amb el qui sofreixen feixugament en els territoris de les nostres Esglésies, amb els privats de llibertat i dels drets religiosos a tot el món i en particular a l’Orient Mitjà. Nosaltres, responsables religiosos, sigui quina sigui la nostra pertinença confessional, tenim el deure d’afavorir amb totes les nostres forces la convivència pacífica de les comunitat religioses de l’Orient Mitjà. Una regió que pot i ha de ser zona de pau i amistat entre tots els pobles.
Amb aquesta crida a tots els homes de bona voluntat, des d’aquest centre de l’Ortodòxia, us abracem i us beneïm tot amb amor.
* * * * * *
